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lunes, 10 de marzo de 2014

Qué les leo a mis hijas/os

El otro día recibí una carta de Victoria que me pedía recomendaciones de literatura para chicos en castellano hispanoamericano y cómo conseguirla. Reconozco esa sensación de frustración de la que hablaba Victoria, al descubrir lo difícil que es conseguir libros en castellano en Suecia y, sobre todo, en variantes no peninsulares. 

Al principio, cuando mis hijas eran chiquitas, les leía de los libros suecos (que son excelentes), pero traduciendo el texto al castellano a medida que leía. Era un ejercicio interesante: encontrar no solo las palabras, sino los giros, las formas de decir lo mismo manteniendo el estilo de lo escrito en sueco. Muchas veces pensé que debería escribir esas traducciones y tratar de ofrecerlas a alguna editorial. Sobre todo, las de esos libros que leíamos una y otra vez, lo que me daba la oportunidad de ir mejorando la traducción. Claro que esto de mejorar la traducción no siempre era bienvenido por mis ‘oyentes’ que exigían las mismas palabras que las veces anteriores. Pero sus protestas daban lugar a interesantes discusiones metalingüísticas de por qué era mejor decir así que asá, y eso también era parte del placer de nuestros momentos de lectura.

Cuando los textos empezaron a hacerse más largos, mi capacidad de traducción simultánea fue poniéndole un límite a este tipo de lecturas y tuve que empezar a conseguir libros en castellano. Creo que me animo a afirmar que en las bibliotecas públicas en Suecia no se le da prioridad a la compra de libros en castellano. Los que había entonces (hasta hace unos pocos años), parecían ser restos de los años 70, cuando llegó la gran inmigración latinoamericana a Suecia. Libros demasiado didácticos y que, quizás por eso, ya habían envejecido. Así que, en general, aprovechaba para comprar libros en los viajes a Argentina. Quería poder leerles en mi propia variante. Y es que si compraba el mismo libro en España, aparecía traducido a la variante peninsular y entonces, yo sentía que perdía la conexión afectiva con la lectura.

En un momento, formamos un grupo con otros padres y madres argentinos, y empezamos a crear una biblioteca conjunta. Nos llamamos "Tanguitos y tanguitas". Nos juntábamos, jugábamos, cantábamos y leíamos con los chicos y también tomábamos mate y comíamos bizcochitos de grasa y tortas con dulce de leche hecho con leche condensada.

Algunos escritores que nos gustaron y nos gustan mucho a mis hijas y a mí son: SilviaSchujer (con su libro Lágrimas de cocodrilo que no sé cuántas veces habremos leído), Graciela Montes, Isol, Ema Wolf, Luis Pescetti. Y por supuesto, la maestra de todos ellos: María Elena Walsh. Sí, son todos argentinos. Esta es una cosa que descubrí durante estos años de ser lectora de libros para chicos: esta literatura no circula mucho entre los países hispanoamericanos. En Argentina se puede comprar más literatura para chicos en traducción que literatura para chicos publicada en otros países hispanoamericanos.

Así que poco a poco también fui aceptando leer en la variante peninsular y así descubrimos escritores como Ramón y Blanca Trigo con su libro La cosa negra que pasó por mi ventana, que habremos leído unas cincuenta veces y después Jordi Sierra i Fabra y muchos otros. También leímos los libros de la familia Mumin, Pipa Calzaslargas, Findus y Pettsson… O traducciones de otros idiomas también: Alicia en el País de la Maravillas, la serie completa de Narnia, La vuelta al mundo en ochenta días

Y terminé también comprando libros en España (al fin de cuentas, está bastante más cerca). Empecé a sentir que lo más importante era que tuvieran acceso a libros en castellano, en la variante que fuera. Así que ahora, que sigo leyendo con mi hija de 10, leemos de todo mientras sea en castellano. Y a veces discutimos las diferentes variantes y nos divertimos con eso también. 

Cuando no compro en mis viajes, compro a través de iberlibro.com, que es un mercado online que reúne librerías pequeñas, muchas de ellas de usados, en España y en América Latina. Los libros te llegan a veces empaquetados a mano, en papel madera y con piolín y hasta con ese olorcito a humedad de las librerías de la provincia de Buenos Aires o de Montevideo. 

Un par de datos interesantes: 
La Biblioteca Cervantes Virtual tiene un portal de literatura infantil y juvenil:
También encontré esta publicación de la Dirección General de Bibliotecas de México con ideas y bibliografía para padres y también para bibliotecarios. No la leí entera, pero parece ser bien interesante.

¿Alguien tiene otros escritores de literatura para niños y jóvenes para recomendar? ¿O experiencias de cómo conseguir literatura para chicos en diferentes variantes del castellano acá en Suecia?

ILUSTRACIÓN: ISOL

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